Para revertir esta situación hay dos actores clave. El mercado de la construcción por un lado que debería contribuir con la reducción del déficit habitacional, preservando el bienestar y la calidad de vida de los habitantes de una vivienda a través de diferentes estrategias constructivas. “Sin dudas es el momento de avanzar hacia una construcción más sustentable, que demande menores recursos y logre una vivienda con un menor consumo de energía”, destaca la Arq. Silvina López Planté, integrante del grupo de instituciones por el etiquetado energético de viviendas. Según estas instituciones la aislación térmica eficiente impactaría directamente en el déficit habitacional mejorando la calidad de vida de los habitantes mediante un mejor confort térmico, mejor habitabilidad, mejores condiciones en los ambientes para la salud de quienes habitan, mayor vida útil de la vivienda, y reduciendo el consumo de combustibles destinados a calefaccionar y refrigerar, logrando ahorros de energía de hasta un 70%. Por otra parte, está el gobierno y las políticas públicas, que a la hora de construir viviendas sociales deberían garantizar las mejores condiciones de habitabilidad, orientadas a mejorar los estándares de sustentabilidad, reduciendo el IPE (Índice de Prestaciones Energéticas). El es un valor característico de la vivienda que representa el requerimiento de energía primaria que necesita una normal utilización de la misma, durante un año y por metro cuadrado de superficie, para satisfacer las necesidades de calefacción en invierno, refrigeración en verano, producción de agua caliente sanitaria e iluminación. Según resultados del

Es por esta razón que la Etiqueta de Eficiencia Energética de Viviendas se vuelve una herramienta clave para establecer los estándares de edificación en un país y así poder tomar las decisiones necesarias para revertir esta situación de déficit.  La etiqueta determina el nivel de eficiencia energética de una propiedad. Es un documento en el cual figura la Clase de Eficiencia Energética, (escala de letras, desde la “A” hasta la “G”) asociada a un rango de valores del Índice de Prestaciones Energéticas (IPE).  La etiqueta es una herramienta clave de decisión tanto para operaciones inmobiliarias, la evaluación de nuevos proyectos o realizar intervenciones en viviendas existentes y lograr reducir el déficit.